Poco a poco comenzó a batir sus alas y a levantar el vuelo. Era
libre. Y lloraba. Y volaba.
Ya no pertenecía más a ese mundo oscuro y tenebroso que la
había atrapado durante todos estos años, ahora solo quería danzar bajo el sol. En
Libertad.
Todo un futuro y una vida humana, mortal y perecedera se presentaba
ante sí para que pudiese volver a ser quién una vez fue: un ser completo y
caduco, que disfruta de cada momento porque sabe que puede ser el último. Un
ser completo, de luz, que puede llorar, sangrar, morir…
Por fin había encontrado el objetivo de su lucha, por fin
habían llegado los frutos de tanto y tanto sacrificio.
Y sus alas además
estaban intactas, como si fueran nuevas. Un pequeño toque de distinción sobre
el resto de los mortales, como recuerdo de todo el dolor por el que pasó y como
recompensa por la labor bien realizada. Podríamos decir que aquellas alas eran
un guiño de los Dioses.
[Continuará…]
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